Habían pasado muchos días antes de que la luna volviése a brillar así.
Después de varios intentos fallidos de salir al jardín y no verlo nuevamente se empezaba a entristecer. No podía ni siquiera invocarlo por su nombre, ya que no se lo había preguntado.
Era diciembre, la fecha exacta un 17, y la luna tenía un brillo particular. Predominaba un naranja intenso combinado con el blanco que suele resplandecer.
Ella desconocía el camino para perseguir su sueño, tenía miedo y se sentía sola. No confiaba en sus capacidades, no quería lastimar a la gente que estaba cerca, pero sabía que tampoco quería seguir saliendo lastimada. Creía que su problema era dejarse guiar por áquello que tan sólo fue un sueño.
De repente se acercó Él, la miró, la abrazó y sostuvo su rostro. Ella sólo lloró...
Después de un rato de estar juntos sin decir una sola palabra, él acercó sus labios a los de ella y la besó. Fue un beso tierno y a la vez intenso, no podía describirse pero era especial. El primer beso que recibía y no quería que se acabara el momento. Él la miró y le dijo "Si persigues tu sueño, la próxima vez me haré realidad".
Abrió los ojos y él no estaba ahí, recordaba su rostro y nuevamente se había quedado sin preguntarle su nombre. Se cuestionaba qué importaba más, recordar su rostro o conocer su nombre para poderlo invocar.
Se sentía con más miedos, pero a la vez muy feliz por lo que había recibido. Dejaba de ser la niña y empezaba a sentirse mujer.
¿Por qué Él le había dado ese abrazo y ese beso que la habían hecho sentir tan bien?, ¿Cómo podría perseguir el sueño para que Él se hiciera realidad?, ¿Cuáles serían las consecuencias de su decisión?, ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para que eso sucediera?... Tantas interrogantes, y tan pocas respuestas.